Como hemos dicho, el tango fue gestado en el suburbio por la clase desheredada y también la marginal y pendenciera. Con la danza del tango se inaugura, tecnica y estéticamente, una manera revolucionaria de bailar inexistente antes de él: la danza de pareja abrazada. El tango es la danza de pareja abrazada por excelencia. Facil es comprender que en aquella época resultara voluptuoso y provocador ("reptil de lupanar..." diría Leopoldo Lugones) con el consiguiente rechazo por parte de las clases puritanas, y no tan puritanas, y a veces prohibido por las autoridades. En los primeros años del XX llega a París, lugar en que gustaban recalar, como ciudad de moda del momento, los pudientes señoritos ("niños bien") argentinos. Su originalidad y sensualidad conquista a la sociedad "bonne vivant" del Viejo Mundo. Este hecho le redime y le otorga carta de dignidad y reconocimiento por parte de la sociedad porteña acomodada, hasta entonces reticente. El tango se extiende y generaliza y, sin dejar el suburbio ni las "pilchas" humildes, ahora también entra en los salones del centro y los cabarés, se viste de esmoquin, champagne y refinamiento.
Un cronista de la época, bajo el pseudónimo de Viejo Tanguero, nos lo narra con el estilo recargado de aquel tiempo, en publicación del diario Crítica el 22 de septiembre de 1913:
"Nadie hubiera pensado en aquellas épocas embrionarias de cosmopolitismo que pudiera resurgir con violentos ímpetus aquella exótica danza que ideara un día gente de color, en sustitución del endiablado candombe de legendarios africanos. El tango, cuya partida de bautismo se registró en los anales populares del viejo barrio corralero [quizá el actual Mataderos] ha tenido insospechable resurgimiento. Es casi seguro que, en la voluminosa historia de los bailes nacionales, no existe un caso semejante al que hoy preocupa la atención pública, no solamente en su tierra natal, sino también en el extranjero, donde ha extendido sus contoneos con caracteres apasionados. Hasta hace pocos años, nadie se ocupaba de él sino para condenar sus extravagancias de arrabal. Se le consideraba como baile genuino de gente bravía, de los que en cada mirada mandan envuelta una puñalada de desafío. Hoy la opinión ha cambiado y, por el contrario, se lo ve con simpatía, por la hermandad de viejas tradiciones con vidalitas y sentimentales estilos: a la negra condenación en que vivió durante años por innegable sentencia social de adversas teorías, le ha sucedido un acto de gentil amnistía y amable exequátur reivindicatorio.
Se engendró en el bajo fondo, tuvo vida parasitaria con impurezas maleantes y resucitó a la corte palaciega con el calor de nuevas y exuberantes ansias. El republicanismo de sus progenitores, que ignoraban las bellas prendas de este hijo nacido en días aciagos y de lujurias nefandas, no sospechó jamás que pudiera regenerarse y rehabilitarse a la mayoría de edad y escalar los suntuosos recintos de añejos palacios, donde otrora brillara el tropel de nobles estirpes europeas.
Por eso, sus compatriotas le levantan hoy un pedestal de honor y le entonan himnos de alabanzas en desagravio a la injusticia con que fue tratado durante veinte años. Ahora que su nombre se impuso en los regios salones de naciones civilizadas, sus conciudadanos le otorgan carta de honestidad por el triunfo obtenido y lo reciben con las trompetas de la fama."
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